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La noticia no podía hacerse esperar, era, por lo menos extraño, que las administraciones sanitarias de muchos países decidieran de una manera casi urgente vacunar a todas las niñas menores de 12 años para evitar, en un futuro, que su promiscuidad sexual las hiciera víctimas de un cáncer de cuello de útero. Algo rechinaba en esta espontánea decisión que supone ingresos suculentos para la industria farmacéutica que ha desarrollado los estudios y la fabricación de la vacuna, y la pronta reacción de la instituciones sanitarias, tan reacia por lo general al gasto de medicamentos no demostrados efectivos. El control exhaustivo y la penalización de la que son objeto los médicos de la sanidad pública en su quehacer diario, los penalizan por recetar medicamentos "sospechosos de poco efectivos" y caros (es decir les bajan el sueldo, sí...aquello de los objetivos),que han sido autorizados por la misma administración, que recibe a cambio de su comercialización, grandes beneficios, para después prohibirlos y castigar a los médicos si los recetan. Qué puede explicar la premura de la reacción, en este caso ¿realmente lo que les preocupa es la futura salud de las niñas/mujeres del futuro?
La incoherencia crematística es total.
Imagen: http://www.interarteonline.com/Gustavo_Vaca.htm