Me ha quedado gravado en la memoria uno de mis paseos por el Born, antes de la restauración y remodelación del barrio. El tren de cercanías, llegaba desde el Maresme a la Estación de Francia, entrabas a la ciudad por el barrio de la Ribera. Barrio abandonado en aquella época, vecinos de toda la vida, nuevas caras, pero barrio marginal en aquél momento. Un día gris, lluvioso, las calles grises sucias, solitarias. Santa María del Mar sin restaurar, las tiendas en relación al mercado, de bacalao, frutas selectas, floristeria, colchoneria, la más típica la de los frutos secos tostados en horno medieval o casi, no recuerdo, etc. la calle más emblemática, Montcada, sin apenas gente, sin el museo Picasso aún. Algo debió de pasar este día, ya que tengo gravado el recuerdo en mi mente. El qué, no lo sé. Lluvia, piedras cargadas de historia que, desde la asignatura de geografía, nos explicaban en los paseos organizados por el departamento, en fin, porqué este recuerdo y no otro, pregunta sin respuesta.
Ahora todo lleno de turistas, la iglesia preciosa, edificios y calles de lo más bonito de la ciudad, las antiguas tiendas, ahora de lo más selecto, diseño, artistas, pero lo que no falta es la suciedad y los borrachos meones por doquier - el tufo es insoportable por todos los rincones- a pesar, hay que reconocerlo, de los esfuerzos por limpiar las calles, al menos por este precioso barrio. Mis paseos ya no son lo mismo, pero el barrio me sigue encantando, a pesar de que la lluvia ya no envuelve de encanto la zona. O al menos no me lo parece.
Ayer paseaba por sus calles, hay unas calles en que la gente deja aquella basura que no puede echar en los contenedores subterráneos, siempre pasa un cochecito de la limpieza y se lo lleva todo.
Me estaba comiendo un helado de la heladería que han abierto en la calle Argenteria, artesanía pura, miraba fachadas, tiendas, me dejaba llevar cuando veo a un joven subsahariano que estaba abriendo una de estas bolsas, buscaba ávido, con prisa. La vació toda, encontró unas lamparas y arranco violentamente los cables, era lo único valioso, el material del cordón era un preciado botín, siguió mirando y parece, nada más le interesó, yo pensé, volverá a recoger toda la porquería que ha derramado, pues no, se largó con su botín y lo colocó en un carro de mercado todo lleno. Se alejó con prisa, la calle se quedó con toda la basura esparcida.
Esta forma de actuar me desagradó, entiendo la necesidad, pero que lo esparciese todo con el desprecio más evidente, me molestó. No quiero entrar en más valoraciones, eso puede hacerlo cualquiera, sí, cierto, pero posiblemente a otra persona la hubiese increpado, a este joven, me pareció mejor no decirle nada. Su forma de actuar, algo violenta, parece, era la habitual, nada le importaba excepto conseguir algo que pudiera reportarle dinero. Los hilos de cobre, pensé, los roban de los lugares más insospechados, da igual las consecuencias. China los necesita y no importa su origen.
Bueno el paseo idílico acabó con mal gusto de boca a pesar del deliciosos helado.