Covid-19, El poeta del pueblo, vientos del pueblo nos han de llevar a tod@s unid@s a actuar contra el neoliberalismo egoísta y salvaje que se ha impuesto en el planeta de la mano de la clase política cómplice, la de la corrupción, la del robo sistemático a la clase trabajadora y honesta, la de las subvenciones para la desunión y el enfrentamiento, la de los paraísos fiscales, la de los recortes en sanidad y educación pública, la de los desahucios, la de las malas políticas que dan la mano a los fondos buitres, al egoísmo de las grandes multinacionales, de los grupos financieros y empresariales que se otorgan grandes sueldos y reparten grandes beneficios, la clase política de la desunión y la de la culpa fue del otro o la del patriotismo insolidario, privilegios vergonzosos de la clase política, la casta, que nada más cruzar el umbral, lo son tod@s.

Es cierto que se ha creado a conciencia una cultura del egoísmo enfermizo, del pilla cacho y del sálvese quien pueda o el que venga detrás que arree.

Pero esto no va de guerras, aunque sea el lenguaje que se utiliza desde todos espacios, va de fragilidad humana, y si no lo entendemos así, nuestro futuro una incógnita. Va de que somos una especie más, aunque para tener controlada a la población y a base de incultura, nos han hecho creer maravillas, pues no, somos tan solo fragilidad humana disfrazada de tantos disfraces como se quiera, pero eso, fragilidad humana. En nuestra manos está que queremos hacer de ella.

A las mujeres y hombres no patriarcales, en contra de las políticas neoliberales o de capitalismo salvaje destructora del planeta, de la dignidad humana, no podemos dejar que la política, la clase política de los privilegios, la de culpar al otro, exculparse, para sacar rédito político, siga como si no hubiese pasado nada. No podemos dejar que vuelvan a tomar las riendas de nuestras vidas, sin un control claro a sus políticas y una revisión drástica a sus privilegios, y si no les gusta, a trabajar como cada hijo de  vecino. Buena gestión en beneficio común y a su vez de todo el planeta, rendir cuentas y a cualquier desliz, una patada en el trasero y a la calle. 

Es evidente que la economía es básica para la vida humana, y que sin estímulos personales, historia dixit, la cosa no funciona pero, no ha de ser una economía de la destrucción y del beneficio fácil, de los sueldos exagerados por las nuevos y los de la miseria, tampoco la del/la caradura de turno, que trabaje el otr@, las mafias y la economía sumergida. Fácil por descontado que no es, pero si la alternativa es la economía de la destrucción, alguna cosa buena puede salir, ¿no?

Hay que pensar que somos una especie más tan expuesta como otra cualquiera a la extinción. Hay que aprender a quererse y respetarse, nadie puede creerse superior a nadie ni a nada. 

Con sólo pensar que la próxima pandemia, el próximo virus(virus mutan), -que tod@s l@s profesionales dicen que llegará-, pueda tener prevalencia en otros sectores de la pirámide de la población, la más joven (la gripe de 1918 afectó a niñ@s, jóvenes, mediana edad, animales domésticos) debería hacernos a tod@s más conscientes de que lo que nos jugamos es nuestra vida, la vida de tod@s.

Vientos del pueblo me llevan                    

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.